Si observamos la ciudad en la que
vivimos y las de nuestro entorno, podemos comprobar que, por regla general, la
suciedad se va apoderando poco a poco de las mismas. Esto se puede deber a
varios factores, entre ellos la escasez cada vez mayor de empleados de la
limpieza debido a los recortes generalizados que está sufriendo el país, o a la
dejadez del vecindario que se niega en su gran mayoría a realizar una labor que
estima no le corresponde y sobre todo, a la falta total de civismo de nuestros
conciudadanos que arrojan a la vía pública todo tipo de residuos (papeles,
envoltorios, etc.) y sacan a sus animales de compañía a realizar sus
necesidades fisiológicas y después no los recogen.
Esta suciedad física y palpable,
podemos trasladarla sin el menor reparo a otro tipo de suciedad menos tangible
pero mucho más peligrosa, nos referimos al deterioro que está sufriendo desde varios años acá, nuestra clase
política (y no me refiero a ningún partido en particular porque los incluyo
prácticamente a todos). Sólo tenemos que leer la prensa diaria o ver los
telediarios para comprobar que lo que afirmamos es cierto, son innumerables los
casos de corrupción que se dan un día sí y otro también, las declaraciones y
manifestaciones de los políticos nos alarman por su falta del más elemental
sentido de la ética y de la moralidad política (podemos citar a modo de ejemplo
las declaraciones de un alto cargo del gobierno manifestando que la leyes, como
las mujeres, son para violarlas) y así podríamos continuar con un largo
etcétera.
Si esta observación la trasladamos
a nuestro entorno más cercano comprobamos que, efectivamente, la gran mayoría
de alcaldes y concejales de nuestros municipios no tienen la preparación
política ni la cualificación adecuada para desempeñar las funciones que como
representantes del pueblo les corresponde, y eso por no hablar de la ética
personal y moral que en principio queremos presuponerles.
Con esto no queremos indicar que
la función política no sea necesaria sino todo lo contrario. Lo
que pretendemos hacer llegar al lector es que para salvaguardar nuestra
democracia y fortalecerla, es indispensable y urgente llevar a cabo una
transformación radical de los sistemas de elección de nuestros representantes
de manera que sea el pueblo el que directamente los elija a fin de que estos no
se deban al partido o al jefe de filas de turno que los quita y los pone a su
antojo.
En principio, se debería adoptar
de inmediato en todos los partidos del arco político español, las “primarias” para elegir los candidatos
a cualquiera de los estamentos a los que se accede por el sistema electoral y
por supuesto cualquier contienda electoral debería dirimirse en “listas abiertas” lo que haría que los
elegidos se preocuparan más de los intereses de sus electores y que se
estableciera una especie de “criba” al tener necesidad de un contacto directo
con la ciudadanía.
Está claro que a los partidos
mayoritarios PP y PSOE este sistema no les conviene porque de perderían gran
parte del control férreo que hoy ejercen sobre sus políticos, y por supuesto no
tienen intención de llevar a cabo estas reformas. Por tanto los ciudadanos, si consideramos estas propuestas como
urgentes y necesarias, somos los que, apoyándonos en partidos minoritarios y
movimientos sociales, tendremos que acometer dicha tarea.